El sol imponente; cargando su ardor, nosotros. Miles de personas desconocidas en vestuarios deportivos de todo tipo y color. Disfraces que inyectan al ambiente risas comunes, espíritu de fiesta aunado con expectativas, nervios. Amateurs y profesionales, juntos en una carrera que cita siempre un 31 de Diciembre, un día que crea magia y por ello la hace distinta a cualquier otra.
-¿Y ganaste? Preguntan los que no conocen. Ganar para nosotros “corredores por hobby” es llegar a la meta o rebasar el tiempo de nuestra última vez, depende de la intensidad de cada uno.
La intensidad de esta carrera incluye las miles de personas participantes, las porras durante todo el trayecto, los disfraces y por supuesto las buenas voluntades.
Es una tradición para mí y mi familia y por ello crea una identidad. A los 16 años pensaba que dependiendo de qué tan bien corriera, así de genial o no iba a ser mi vida el próximo año. Me alegra no pensar igual porque ésta última terminé casi gateando.
Hay algo en lo nuevo que causa expectativa. Es una ilusión que necesitamos. Es la esperanza de algo mejor. Es también la oportunidad de dejar el pasado que no nos gusta y creer que damos un paso hacia la evolución de nuestras personalidades. ¿Será éste el sonido que escuchamos cuando disparan para avanzar esos 10 afanosos kilómetros con gritos de “feliz año” “vamos, vamos”? No lo sé, pero sí sé que cada vez que la corro recibo un “vamos niña, ya falta poco”, viejas caras conocidas, extraños que se vuelven cómplices en esta aventura; sobretodo cuando se experimentan toda clase de sensaciones físicas no sólo el agotamiento, a veces dolores en los músculos, calambres, cosquilleos en las manos, insolación y un deseo ya sea a la mitad o al final de rendirse… ahí en ese estado de agitación, nace un empuje cuando las fuerzas se agotan, casi como un super poder que nos hace sentir héroes, conquistadores de nuestras propias barreras.
Es un lugar común el pensamiento que nos hace coincidir sin contradecir que una carrera se compara fácilmente con la vida. Queremos metas, queremos sentir que avanzamos y en la carrera hay una claridad de hacia dónde se quiere llegar y cómo lograrlo. Es un buen ejercicio no sólo físico sino mental, que deja esas pequeñas satisfacciones que para algunos, como yo, son importantes.
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