lunes, 28 de febrero de 2011

Nocturnal

Hace algunos meses llegó a la oficina. Su sonrisa era tímida y con ella saludaba a todos, caminaba hacia el cubículo con un semblante de contento. El abogado recibió el cuadro mientras yo pensaba lo bizarra que era su pintura: En tono azul pitufo un hombre agarrándose los testículos con un gesto de dolor. Creí que habían colgado la pintura solo para aparentar amabilidad, que después la quitarían, pero hay imágenes que se rebelan y ahí se quedó, denunciando un sentir.
El joven, aunque no tan joven pero tampoco señor (un joven-señor) empezó a contarle con clara confianza, su expresión era la de un vínculo que sólo ellos podrían comprender:
 –Ala mano vieras al salir yo no sabía qué hacer; llegué a mi casa y raro vos, andaba de un lado a otro, como nervioso y aburrido. Mi tío me prestó su carro y me puse a manejar, horas, sólo manejaba, viendo toda la ciudad transformada, las calles me perdían sí, andaba perdido. (A lo mejor era una sensación de libertad, pensé).

Hace poco vi una pintura que  causó en mí emociones extrañas. Es extraño que algo inmóvil, inerte, transmita sensaciones de la nada, eso que le llaman arte y que aún no entiendo.

Eran sus colores perdidos en el negro, viendo el mundo transformado, llamando a la razón que no atiende.

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