Empezó cuando la cotidianidad de la vida dejó de ser entretenida. De pronto eran los mismos programas de televisión, las mismas películas con finales felices, las conversaciones y sus temas repetidos y el mismo ritual de domingo. Ante tal parsimonia lo único que podía salvarme era encontrarme con el arte.
No relataré cómo lo encontré, sino qué significa para mí. Y es que para mí es esa puerta a lo nuevo cuando se cree que ya se ha visto todo, pero un nuevo que resplandece a los sentidos dormidos y que le da un electrochoque al cerebro.
Arte puede ser una fotografía, un libro o una buena conversación. Un poema justo antes de empezar a trabajar o una película que atrapa porque supo expresar los sentimientos escondidos que nunca habían salido a la luz porque no sabían cómo.
No todo lo extraordinario es arte, pero sí lo es, descubrir un detalle, ahí en ese día común, un violín, unos señores jugando al ajedrez en un centro comercial con un piano de fondo, las palabras sabias de un abuelo, la mirada penetrante que un recién nacido da al mundo.
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