Todos somos
granos de café,
tropezamos
contentos con nuestro propio sonido
En el aroma
despertamos los dorados días
cuando tomábamos largos baños de sol.
Somos la
fuerza del caturra, del café robusto erguido;
Ácido,
consistente, de ojos morenos y fincas de ensueño
Llega la taza y nos reconocemos
hermanas de sangre, de tierra, de historia,
del eco de cafetales que da cuenta de nuestro camino;
bajo un rito estimulante el refill sin taquicardias, ni penas ni culpas,
mezclamos deseos insaciables, intangibles, estimulantes…
La paz se apodera y se recuesta en las manos entrelazadas.
en el silencio sereno abrimos la puerta al momento cero.
Cristina H.
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