miércoles, 6 de junio de 2012

La Gran Patria - Javier Payeras


“La patria es un discurso / que todos conocemos. / Es una hemeroteca / repleta de cadáveres, anuncios y / crónicas sociales” Luis Alfredo Arango. 

Lejos de la corrección política, eso que llamamos patria —con fervor de lunes cívico— no es más que una exposición de fotos amarillas, siempre útiles para la retórica electorera. La patria también es un masticado disco de marimba al mediodía. Es la banderita plástica  tirada en medio del parque y el opaco sonido del redoblante en las bandas escolares. También suele llevarse en una pancarta (en medio de una manifestación financiada quién sabe por quién) o en la retórica gubernamental después de un invierno catastrófico. La patria es la vejez. La patria es la cabeza de Miculax y de Serapio Cruz sobre una mesa. La patria es una modelo rubia disfrazada de indígena en una exposición de turismo. 

La patria es un empresario hablando de la patria en un canal de cable. La patria es un eslogan que dura cuatro años. La patria es el salario más mínimo. Es el funcionario corrupto que sale risueño y liberado de toda culpa. La patria es el optimismo miope. Son los chistes acerca de indígenas, homosexuales y negros. La patria es la constitución escrita para los ricos por quienes los representan. 

La patria es un pajarito atrapado entre dos bayonetas. La patria es una paz sin nadie. La patria es Jorge Ubico. La patria es la sombra de un helicóptero en la montaña. La patria es la vida que se fue de los huesos en una fosa común. La patria es un caudillo detrás de otro y encima de otro. La patria es la familia canchita anunciando seguros de vida. 

La patria es un mapita que dice “Belice es nuestro”. La patria es el himno más largo del mundo. La patria es la foto postal del lago de Atitlán y un niño con una carga de leña. Son los códices perdidos entre la selva petenera. 

La patria es un monumento que nadie recuerda.

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