lunes, 13 de agosto de 2018

Lunes

Los lunes son mi día favorito de la semana. Es la nueva oportunidad para hacer bien las cosas. Mis hormonas se ponen felices cuando amanece y mi corazón se siente listo, presto y dispuesto para nuevas aventuras.

A pesar que la semana pasada tuve una horrible sensación de baja autoestima. El fin de semana me ayudó mucho. Bueno, no el fin de semana porque el sábado andaba con un sin sentido que quien me crió, pero el domingo fue un buen domingo. Llegó la paz y terminó con un buen pensamiento que me sigue acompañando. El sentido del confiar, el de abrazarse, el de dejar ir.


Por aquí los propósitos de la semana 33:


- Preocuparme por mi autocuidado (Dejar de stalkear a mi crush)
​- Trabajar en la Tesis. 20 hojas. Vamos por más
- Preparar cumpleaños de María Renée (cumple 5!!)

¿No les pasa que quieren regresar y regresar a las palabras que hacen bien? Cada cuanto poder tomar consciencia que en un mundo capitalista, el cuerpo necesita resistirse, cuidarse. 


En Alabanza al Cuerpo Danzante, por Silvia Federicci

La historia del cuerpo es la historia de los seres humanos, pues no hay práctica cultural alguna que no es primero aplicada al cuerpo. Aún si nos limitamos a hablar de la historia del cuerpo en el capitalismo nos enfrentamos con una tarea abrumadora, tan extensivas han sido las técnicas usadas para disciplinar al cuerpo, constantemente cambiantes, dependiendo de los giros en los regímenes de trabajo a los que nuestro cuerpo fue sujeto. Más aún, no tenemos una historia sino diferentes historias del cuerpo: el cuerpo del hombre, de la mujer, del trabajador asalariado, del esclavizado, del colonizado.
Una historia del cuerpo puede entonces reconstruirse al describir las distintas formas de represión que el capitalismo ha activado en su contra. Pero he decidido escribir en cambio del cuerpo como un campo de resistencia, ésto es el cuerpo y sus poderes; el poder de actuar, de transformarse a sí mismo y al mundo y el cuerpo como límite natural a la explotación
Hay algo que hemos perdido en nuestra insistencia en el cuerpo como algo socialmente construido y performativo. La visión del cuerpo como una producción social (discursiva) ha escondido el hecho que nuestro cuerpo es un receptáculo de poderes, capacidades y resistencias, que han sido desarrolladas en un largo proceso de co-evolución con nuestro ambiente natural, así como también las prácticas inter-generacionales que lo han convertido en un límite natural a la explotación.
Por el cuerpo como un "límite natural" me refiero a la estructura de necesidades y deseos creados en nosotros no sólo por nuestras decisiones conscientes o prácticas colectivas, sino por millones de años de evolución natural: la necesidad de sol, del cielo azul y el verdor de los árboles, del aroma de los bosques y los océanos, la necesidad de tocar, oler, dormir, hacer el amor.
Esta estructura acumulada de necesidades y deseos, que por miles de años ha sido la condición de nuestra reproducción social, ha puesto límites a nuestra explotación y es algo que el capitalismo ha combatido incesantemente para superar.
El capitalismo no fue el primer sistema basado en la explotación de la labor humana. Pero más que cualquier otro sistema en la historia, ha tratado de crear un mundo económico donde el trabajo es el principio más esencial de acumulación. Como tal fue el primero en hacer de la regimentación y mecanización del cuerpo una premisa clave para la acumulación de riqueza. De hecho, una de las principales tareas sociales del capitalismo desde sus inicios al presente ha sido la transformación de nuestras energías y potencias corporales en potencias de trabajo.

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