El arte de estar sola consiste en aceptar al silencio. Hablo del silencio que permite acercarse a las sensaciones internas, éstas que primero fueron causadas por estímulos externos pero que no se pueden leer sino hasta que la respiración es distinta, tiene más suspiros. Poco a poco se desenfocan las miradas de los transeúntes y se acentúa el descanso de ser isla. No vale usar el comodín de “recordar”, se trata de ser presente, de sentir comodidad, de las siluetas y el contexto como simple adorno, se trata de sanar los lutos y las quemaduras que hizo la historia.
lunes, 29 de agosto de 2011
jueves, 18 de agosto de 2011
Poema de Marta Mena
Marta Mena (1938) es poeta y nació en la Ciudad de Guatemala. Ha escrito los siguientes libros: "Poemas" (1956); "Estancias del camino" (1958); "Canto con viento y frío" (1960); "¿Dónde estoy?" (1966), La Ciudad muerta.
Yo no la conocía sino hasta hoy que fui a la Biblioteca César Brañas
y debo decir que me gustó mucho leerla; no porque sea dulce (nada más lejos de ello), sino por su franqueza, la forma en que expresa el dolor humano.
Hay mucha poesía guatemalteca que nos es desconocida y que nos sorprendería su caracter atemporal, al menos en mí sí lo ha hecho. Leí "¿Dónde estoy?" y aunque la parte sobre los cuentos infantiles es la más fuerte, me quedo con los "lieds" compartiéndoles el número 4:
Yo no la conocía sino hasta hoy que fui a la Biblioteca César Brañas
y debo decir que me gustó mucho leerla; no porque sea dulce (nada más lejos de ello), sino por su franqueza, la forma en que expresa el dolor humano.
Hay mucha poesía guatemalteca que nos es desconocida y que nos sorprendería su caracter atemporal, al menos en mí sí lo ha hecho. Leí "¿Dónde estoy?" y aunque la parte sobre los cuentos infantiles es la más fuerte, me quedo con los "lieds" compartiéndoles el número 4:
4
Y tengo guardada en un rincón
La sencillez de mis primeros pasos.
En el polvo perdidas: las ilusiones,
Los primeros sueños; u olvidada:
La sonrisa.
Una peluca vieja que me adorna
Corona la cabeza. – ¿Dije cabeza? –
¡Es raro – hace algún tiempo
Que no le encuentro uso –
Quiero saber mi nombre:
(es un mensaje lanzado al infinito)
Para poder llamarme de alguna forma.
Estoy mandando un S.O.S. a los cometas:
Quisiera un nombre para no perderme:
¡Son tantas las estrellas!
La Vía láctea está quieta:
No hay tráfico esta noche.
(¡Algo estará fallando en la Florida!)
!En fin!
Mejor será dormir… ¡Hasta otro día!
(un esquimal de Jupiter sonríe
Y se burla de mí tras la cortina)
Cuando despierte, todo será mejor:
¡Hasta otro día!
lunes, 15 de agosto de 2011
Baño de Ciudad - de María Olga Paíz
A propósito de la celebración del 15 de Agosto, la feria de la Ciudad de Guatemala, me encontré con la publicación de María Olga Paíz y debo decir que se me puso chinita la piel, se las comparto:
La ciudad está de cumpleaños y toca celebrarla.
Vivo en la periferia, pero disfruto bajar al valle, a la ciudad de techos grises, amurallada de nubes y custodiada por dormidos volcanes plomizos.
Inhalar su olor a fritura, a diésel de camioneta, a humedad de armario.
Para quererla bien hay que dejarse engullir por el tráfico que la recorre como sangre espesa y sus muros vociferantes de publicidad. Dejarse tentar por su promesa de saciedad, permitir que nos seduzca la abundancia ambulante de melocotones y anacates de temporada, de tarjetas de teléfono y paraguas, de ramos de rosas y de pelotas de colores.
Dejarse cegar al mediodía por la luz fracturada en los edificios acristalados y ensordecer en medio del barullo de pajarera de las seis de la tarde.
Solo un aguacero de invierno logra barrer el polvo de siglos acumulado en sus banquetas quebradas por raíces y lavar el acre orín de los postes de alumbrado y las esquinas de esta ciudad. Los tragantes jamás podrán dejar de hacer gárgaras, congestionados por el flujo inmundo y descomunal que, impedido de desagüe, torna en lecho de río las calles.
Para entenderla es requisito sentir de cuando en cuando los temblores salaces y continuos a los que hemos crecido acostumbrados. Y casi a diario también el temblor íntimo a ser despojado en cualquier semáforo del celular, como antes de los Rayban, o de la bolsa.
Por naturaleza o por crianza, una no gusta solo de lo bonito, lo perfecto y sin mácula. Será la maternidad que me ha enseñado a conciliar el amor y la exasperación.
Mi marido, socarrón, se conduele: ay, pobre tú que no tenés pueblo. Y bueno, hace muchos agostos que no me doy una vuelta por la feria de Jocotenango para probar el tiro al blanco o comer una bolsa entera de panitos de feria. Pero sí, tengo pueblo. Solo que el mío, mi amor, es mucho más grande. Y aquí es donde te saco la lengua.
Baño de ciudad
María Olga Paiz mopaiz@elperiodico.com.gt
La ciudad está de cumpleaños y toca celebrarla.
Vivo en la periferia, pero disfruto bajar al valle, a la ciudad de techos grises, amurallada de nubes y custodiada por dormidos volcanes plomizos.
Inhalar su olor a fritura, a diésel de camioneta, a humedad de armario.
Para quererla bien hay que dejarse engullir por el tráfico que la recorre como sangre espesa y sus muros vociferantes de publicidad. Dejarse tentar por su promesa de saciedad, permitir que nos seduzca la abundancia ambulante de melocotones y anacates de temporada, de tarjetas de teléfono y paraguas, de ramos de rosas y de pelotas de colores.
Dejarse cegar al mediodía por la luz fracturada en los edificios acristalados y ensordecer en medio del barullo de pajarera de las seis de la tarde.
Solo un aguacero de invierno logra barrer el polvo de siglos acumulado en sus banquetas quebradas por raíces y lavar el acre orín de los postes de alumbrado y las esquinas de esta ciudad. Los tragantes jamás podrán dejar de hacer gárgaras, congestionados por el flujo inmundo y descomunal que, impedido de desagüe, torna en lecho de río las calles.
Para entenderla es requisito sentir de cuando en cuando los temblores salaces y continuos a los que hemos crecido acostumbrados. Y casi a diario también el temblor íntimo a ser despojado en cualquier semáforo del celular, como antes de los Rayban, o de la bolsa.
Por naturaleza o por crianza, una no gusta solo de lo bonito, lo perfecto y sin mácula. Será la maternidad que me ha enseñado a conciliar el amor y la exasperación.
Mi marido, socarrón, se conduele: ay, pobre tú que no tenés pueblo. Y bueno, hace muchos agostos que no me doy una vuelta por la feria de Jocotenango para probar el tiro al blanco o comer una bolsa entera de panitos de feria. Pero sí, tengo pueblo. Solo que el mío, mi amor, es mucho más grande. Y aquí es donde te saco la lengua.
lunes, 8 de agosto de 2011
Desaprender significa...
Ok, a lo mejor no fue tan fácil de explicar, pero no quería preguntar lo obvio (¿Qué es la vida?, ¿Qué te hace feliz? y así) Así que de regreso a mi casa, iba pensando en la camioneta y de súbito aparece como un eco fuerte y decidido. Listo, papel y lapiz y la gente escribió lo que ellos piensa que significa desaprender:
- Recoger todos los pedazos del corazón y reconstruirlo
-Ya no gritar en el carro cuando manejo (alguien más tachó y cambió la frase a "seguir gritando")
- Escuchar nueva música
- Conocer nuevos mundos
- Saber quién sos y conocer tu esencia
- No perdiendo tu esencia
- Tomarme un 6x y no sentirme culpable
- Aceptar a mi hermana tal y como es
El experimento se realizó y eso es lo importante. Normalmente todo se queda en mi cabeza y el involucrar a otros lo hace de alguna manera más real, o al menos ésa es la sensación.
Según la real academia española desaprender significa: "olvidar lo que se ha aprendido"
Y por qué quisieramos olvidarlo. Pienso que todo el conocimiento acumulado es de alguna manera un aprendizaje inconsciente. Cuando lo cuestionamos y palpitan nuevos significados, incluso contrarios; se tiene esa penosa pero gratificante experiencia del desaprender. Es un acto de valentía y humildad. Metafóricamente no hablo de quitarse la ropa, sino la misma carne y quedarse en huesos, componiéndose el esqueleto y tomando decisiones conscientes, no hay equivocación porque cada pedazo de carne ahora tendrá un sentido propio.
Me gusta desaprender, me ha ayudado a perder prejuicios, orgullos, el ilusorio concepto de verdad. Aún me falta porque se va volviendo un sinónimo de vivir y es en estos tiempos, algo a lo que me gusta prestarle atención.
- Recoger todos los pedazos del corazón y reconstruirlo
-
- Escuchar nueva música
- Conocer nuevos mundos
- Saber quién sos y conocer tu esencia
- No perdiendo tu esencia
- Tomarme un 6x y no sentirme culpable
- Aceptar a mi hermana tal y como es
El experimento se realizó y eso es lo importante. Normalmente todo se queda en mi cabeza y el involucrar a otros lo hace de alguna manera más real, o al menos ésa es la sensación.
Según la real academia española desaprender significa: "olvidar lo que se ha aprendido"
Y por qué quisieramos olvidarlo. Pienso que todo el conocimiento acumulado es de alguna manera un aprendizaje inconsciente. Cuando lo cuestionamos y palpitan nuevos significados, incluso contrarios; se tiene esa penosa pero gratificante experiencia del desaprender. Es un acto de valentía y humildad. Metafóricamente no hablo de quitarse la ropa, sino la misma carne y quedarse en huesos, componiéndose el esqueleto y tomando decisiones conscientes, no hay equivocación porque cada pedazo de carne ahora tendrá un sentido propio.
Me gusta desaprender, me ha ayudado a perder prejuicios, orgullos, el ilusorio concepto de verdad. Aún me falta porque se va volviendo un sinónimo de vivir y es en estos tiempos, algo a lo que me gusta prestarle atención.
viernes, 15 de julio de 2011
Foto de un día en la Ciudad de Guatemala
Lo primero que vi al despertar fue la cara de mi gata observándome. Normalmente se duerme a mis pies por lo que fue extraño encontrar esos dos ojos azules vigilantes. Entre pensar que las cintas de mis zapatos que lavé el día de ayer no combinaban con el “blanco” de mis chapulines y memorizar un exquisito poema de Octavio Paz, emprendí viaje hacia las calles de mi Ciudad. Tenía antojo de caminar (por no decir que no sabía qué camioneta tomar).
De la terminal me fui caminando hacia el Parque de la Industria para visitar la Feria Internacional del Libro, FILGUA. Y cuando digo caminar quiero decir ir viendo para todos lados, cambiarme con frecuencia de banqueta y hacer caso omiso de los hombres libidinosos que siempre tienen un comentario que hacer hacia su objeto femenino. Hablando de femenino La Marimba Femenina de Concierto del Ministerio de Cultura y Deportes estuvo increíble, no había mucha audiencia pero los pocos aplaudíamos con mucho entusiasmo, el maestro de ceremonias (¿o se dirá presentador?) jovialmente nos felicitó por ser un buen público, me llamó la atención su estilo tan formal y al mismo tiempo cómico, describía la pieza y añadía comentarios tan simpáticos. Escuché El Ferrocarril de los Altos, La Marcha turca de Mozart y el son Flor del Café. Me llamó la atención observar a una señora ya de edad avanzada que sacó a bailar a uno de los señores que estaban disfrutando de la marimba; fue en realidad tierno y pues como todo un caballero (menos mal) el señor aceptó bailar con ella. Me encantó el gesto. A veces cuesta “atreverse” a hacer las cosas, por pena y el qué dirán; es una de mis tantas luchas, pero yo la vi y la admiré, vi en su rostro la sonrisa triunfante.
El almuerzo consistió en un pincho de pollo con barbacoa delicioso; un apapacho a mis sentidos. Después de ver unos libros y desanimarme por el poco presupuesto para comprar todos los libros que me hubiera gustado, visité la Editorial Cultura, libros de autores guatemaltecos e hice una excelente compra: “La Rafaila y La Chenta” de Enrike Wyld, una tragicomedia que aborda las situaciones sociales de Guatemala posterior al terremoto, r e c o m e n d a b l e. (Y sólo me costó Q35). Aunque no tenían nada de Otto René Castillo, ni de Augusto Monterroso, ni de muchos autores más, pero bueno… Iba a sentarme a la banca fuera de filgua cuando
- señorita la salida es del otro lado dijo el guardián
- voy a la banca – dije
Al final me quedé pensando si a lo mejor fui ruda con él, si es que él quería ser amable y mostrarme la salida o era porque como garante del orden no dejan caminar más allá… pero me enoja tener más centros comerciales que parques, menos lagos y bancas, lugares para hacer pic-nic. Obviamente las colonias residenciales tendrán sus parques “privados” pero esa sensación de encierro para sentirnos “seguros” es tan decepcionante, me hubiera gustado decirle al guardián: señor, déjeme imaginarme que estoy en un lugar libre.
Caminé a la reforma y tomé la 101, destino: 6 Avenida de la Zona 1. Es porque ahora está bien chilera y hay un cafecito “Café Casa” que me gusta mucho. Hechos relevantes de dicha visita: Un policía de Emetra gritándole a un piloto de vehículo blindado que transporta dinero, estaba enfrente del banco y el policía le pedía a gritos que se estacionara en otro lado. En eso una señora me dice:
.- ¡Qué policía tan tonto!, cómo se le ocurre que el camión se va a estacionar en otro lado, ¡Cómo van a caminar con tanto dinero!
A mí la escena se me hizo muy graciosa. Es que al final el piloto no le hizo caso al policía, el policía gritaba, nosotros (la gente) mirábamos mientras esperábamos la luz roja para caminar y la calidez que se siente al platicar entre extraños, comadres peatonales, no sé cómo explicarlo, es “pintoresco”. En la camioneta de regreso un señor cantaba canciones de Facundo Cabral en guitarra, le dimos su quetzalito y voy a decir que no sé si es por la ruta o qué, pero a mí me pareció el transporte público muy armónico. Es decir, se espera lo que se espera, hizo bien la parada, obviamente ya en la tarde/noche hay más gente y se va uno parado, pero pues nada, todo bien. La gente no sonríe mucho cuando va en camioneta eso sí, ya sea porque está cansada, pero también pasa que si uno anda ahí risueño cuando menos siente le están echando el ojo (para robar digo), algunos se van durmiendo, es algo…cotidiano. Quiero aprovechar para recomendar las pizzas de Q5.00 de Al Macarone, d-e-l-i-c-i-o-s-a-s.
Es linda mi Guate, a pesar de, así y con toda esa sombra oscura, la violenta calle, la psicosis, colectiva, no sé, hoy disfruté convivir con tantos extraños que no lo eran porque compartimos la misma calle, somos igual de vulnerables, pero había algo en el ambiente que daba un espíritu de unidad.
Eso es todo por hoy, mi propósito de este año es fijarme más en lo que vivo y por eso ahora estoy viendo que ondas con la fotografía. No ha salido ninguna buena foto pero sí que estoy aprendiendo mucho con todo esto de la observación.
jueves, 30 de junio de 2011
Historias olvidadas
La locura en términos de privación del juicio o uso de la razón viene a ser la razón por la cual las personas que sí cuentan con el juicio deciden como colectivo social excluirlas por el peligro que les representan, así pues se logra identificar gracias a la ciencia quienes están o no facultados mentalmente. Pues hace poco visité el Hospital Nacional de Salud Mental Federico Mora, el cual es el único Hospital Psiquiátrico Nacional con una capacidad para albergar aproximadamente 330 pacientes (muy poco me parece para 14 millones de habitantes). Al entrar lo primero que observé fueron muchos guardias, lo cual llamó mi atención (pero más adelante comentaré), las instalaciones antiguas, algunas paredes de color verde, azul, gris, un tono lúgubre. Vi poco personal pero percibí que no habían muchos jóvenes, más bien personas que ya llevan años de trabajar en el lugar. De hecho le pregunté a la secretaria de consulta externa y me dijo que llevaba ya 26 años. La Directora tenía en su rostro un aspecto severo como quien tiene el poder y quiere que la gente lo sepa. Escuchamos muchas historias, tantas y tan variadas. La situación es difícil porque no hay suficiente presupuesto pero sobretodo porque ahí conviven los detenidos por algún crimen que son reportados como enfermos mentales y en esto es que quiero hacer hincapié. Son 82 detenidos y declarados enfermos mentales, por cada detenido hay dos guardias encargados de "vigilarlos" lo cual explica la cantidad de guardias que encontré en la entrada, haciendo nada.
Me parece completamente "sin sentido" tener a tantos guardias confinados en un espacio y sin mayor labor, no sería más lógico tener un espacio sólo para los detenidos, que no convivan con los otros enfermos y delegar menos guardias pero que estuvieran encargados de todos los enfermos. Escuché comentarios de guardias que violan a las pacientes, o que no se encuentran cuando tiene que transferir a un detenido.Nadie hace demandas, nadie parece prestarle importancia a este grupo. Visitar el pabellón y observar las precarias condiciones, los pacientes están ahí parados, sin ningún entretenimiento. Es cierto que viven en otro mundo pero no proveerles de algún tipo de estímulo me parece que no es la mejor manera de que las personas vivan, porque son personas y por que viven. Son tantos los grupos excluidos y dentro de éstos aún más los que no interesan a la sociedad, los que no tienen voz ni quién vele por ellos, pero que siguen teniendo un derecho humano, un derecho a su dignidad.
martes, 31 de mayo de 2011
Entre líneas duerme mi Guate
Pretender, de que otra manera se podría iniciar la lucha por arreglar estos deformes pensamientos que haraganes duermen en la sala de mis adentros. Desempolvar, acaso darle un nombre a esta aspiración que me acompaña siempre: En la parada de la camioneta, en el paisaje de un viaje en carretera, en la espera entre un sartén o una línea en el Banco.
En Guatemala vivimos entre líneas (in)visibles. La diferencia de clases, las brechas rico-pobre son tan inquebrantables que ya no pensamos del por qué existen. Se aceptan como se aceptan las tablas de multiplicar. Ese no pensar se va traduciendo en prácticas coloquiales que se resumen en un intercambio de frases sobre la difícil situación del país, lo corruptos que son los políticos, aquí no se puede vivir, etc. Al principio, digamos hace unos 15 años, yo pensaba que era en serio que nos preocupaba. Creía que si todos estábamos preocupados sobre el tema habría algo que se podía hacer, claro que no voy a detallar en que otras cosas creía que con el tiempo fui descubriendo inciertas. Y a que va todo este preámbulo, a que a lo mejor la razón de este impase, de lograr un cambio, una sociedad más equitativa es simplemente por la inacción tanto mental como física que se da porque no hay una fuerza que la empuje, el detonante, el efecto que produzca moverse de la silla. Ahora bien podríamos entrar en todos los aspectos sociológicos e históricos que darían una gama de respuestas del por qué estamos como estamos y no es de eso de lo que quiero hablar (aunque también pero otro día) sino en si debería importarnos escoger una ideología. ¿Es la falta de ideología la que no nos permite avanzar? ¿Deberíamos escoger entre una izquierda o una derecha, sentirse liberal o demócrata, creer en los matices o ser radicales? Y que pasa, que entre que se es uno u otro, el pobre sigue siendo pobre y las líneas que nos separan, vacíos que los poetas lloran y "otros" aprovechan para fines personales.
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